Son las 23.30 horas y su madre le dice que lo deje ya. Ella
se resiste porque siempre ha querido llevar todas las tareas hechas. Y nunca ha
sido fácil porque la mayoría de las veces ha tenido que terminar en casa las
copias, redacciones y dictados que el resto de sus compañeros realizaban a
tiempo en clase.
La pesadilla comenzó en el primer curso de primaria, no
había forma de aprender a reconocer el extraño código de símbolos asociados a
sonidos que le presentaban una y otra vez.
Sus padres recuerdan el dolor de estómago y las dificultades para
conciliar el sueño de los domingos.
Intentaron no preocupase porque pensaban que su hija “ya maduraría”. Al
final del segundo curso su lectura era silábica, con frecuentes errores de
inversión de letras y dificultades severas para comprender los textos.
El razonamiento matemático siempre se le dio bien, pero
conseguir memorizar las tablas de multiplicar fue un suplicio.
En 3º y 4º de primaria su expresión escrita seguía siendo
pobre y con numerosos errores ortográficos.
El trazo poco limpio le obligaba a repetir muchos de los trabajos por
“mala presentación” y “falta de interés”.
Los test de inteligencia no verbal reflejaban unas
puntuaciones por encima de la media. La desesperación del entorno familiar de
Nerea les llevó buscar una solución. Se trabajó desde el punto de vista
perceptivo, psicomotriz y emocional. Pero nada funcionaba. Los años pasan y la
autoestima de la niña se resiente. Los padres ya no saben cómo actuar. No saben
hasta qué punto seguir presionándole,
exigiéndole y llevándole a profesionales.
Nerea es disléxica. Creo que su caso nos ayudará a entender
la definición de dislexia. Entendemos la dislexia como “una dificultad significativa y persistente que afecta las habilidades
lingüísticas asociadas a la lectura y a la escritura, especialmente a la
discriminación fonológica, la memoria a corto plazo, la decodificación, la
secuenciación fonológica y la percepción
de los rasgos de las letras. Se manifiesta como una dificultad de la
automatización de la lectura, baja comprensión lectora, problemas con la
ortografía y también con el cálculo aritmético. En niños con una inteligencia y entorno socio educativo
normal.”
La dislexia es posiblemente el
trastorno neuro-psicológico más frecuente en niñ@s, con una prevalencia de
entre el 5 - 10 % de la población. Se presenta en muchos grados, desde pequeños problemas
superables en breve plazo, hasta una dificultad severa que afecta a diversas
áreas.
Afortunadamente para Nerea y todos
los niñ@s en su situación, al día de hoy conocemos mucho más de los procesos
cognitivos lecto-escritores que hace unos años. Entender mejor el procesamiento cognitivo nos
permite cada vez ser más eficaces en la rehabilitación de la dislexia.
Una de las cosas en las que coinciden los expertos de todo el mundo es en la necesidad de un diagnóstico precoz. Se ha comprobado que la evolución y el pronóstico del disléxico son sustancialmente más positivos con una intervención temprana.
El problema está en que entre los 5 y 7 años es todo un arte
hacer un diagnóstico. Habrá que diferenciar entre un alumno que no posee todos
los requisitos necesarios para iniciarse en la lectura (conciencia fonológica,
memorias operativas de trabajo y léxico auditivo), frente a un niño con
dificultades de tipo disléxico. Al primero lo podríamos calificar como: “mal
lector” frente al segundo que tendría un diagnóstico de trastorno de la lectura
de tipo disléxico. Muchas veces, en ambos casos
se achacan las dificultades a un problema de madurez. La recomendación
es la de “dejar” pasar el tiempo para que vaya madurando.
Se esta trabajando para desarrollar protocolos que poder aplicar para la detección de la dislexia en edades tempranas.
El pronóstico nos lo irá marcando la evolución del niñ@. Los
tratamientos suelen ser largos, siendo determinante la coordinación del trabajo
entre el centro educativo, la familia y el especialista.
Pero los nuevos avances en el conocimiento del trastorno, el
desarrollo de nuevas herramientas para su rehabilitación, la implicación de
colectivos (del ámbito educativo y asociaciones) y de la administración me
hacen ser optimista. Tras varios años en los que parecía que la dislexia era un
trastorno invisible, cada vez son más los niñ@s con un potencial personal e
intelectual enorme que no ven limitadas sus posibilidades por culpa de sus
dificultades lecto-escritoras.
Eduardo Herrera Cantera